sábado, mayo 23, 2009

Decisión

Se irguió. El respaldo de la silla dejó escapar un débil quejido; arrastrando los pies avanzó por aquel triste pasillo sin dirección aparente. Introdujo las manos en las bolsas del pantalón; los ojos, posados en la nada, su mente, presa del tiempo perecido. Él era el único ahí. Nadie podía molestarlo y eso era precisamente lo que le agobiaba.

Su andar continuó hasta que vio aparecer del lado izquierdo una vieja puerta de color azul. Giró el pomo y se internó en un mundo de cargado fulgor; todo ahí era blanco y de olor cítrico. Se acercó al mingitorio; con sus dedos pulgar e índice tiró de la bragueta hacia abajo y orinó. Después repitió la acción anterior en sentido inverso. Ya en el lavabo, un torrente de agua y jabón aclararon sus manos, hasta ese momento cubiertas de tinta.

Sobre la pared colgaban, uno al lado del otro; el dispensador de papel reciclado y la secadora de manos. Fue una idea, un destello; algo así como un boleto, lo que le trajo de vuelta a la realidad. Sus manos, aún mojadas, escurrían lentamente; y él, ahí, frente a los dos objetos, no sabía qué hacer. En su cabeza se albergó una duda ¿con qué me seco las manos? Estaban aquellos dos aparatos tan juntos que no podía pensar en uno sin dejar de considerar al otro; sería algo mágico, no sé, pero de pronto creyó que éstos le hablaban.

La secadora, con voz silbante le decía -Conmigo economizas papel y cuidas los árboles, no cabe dudas, soy la mejor opción-.

Interrumpiendo con voz áspera, el dispensador declaró –Ja, ja, y qué, yo soy más rápido, no contamino el ambiente y ahorro luz; créeme, lo verás reflejado en tu recibo-.

-No le hagas caso, él siempre está anteponiendo lo económico, el dinero va y viene, en cambio la Ecología no; por si fuera poco, claro que contamina; o qué, no has visto el basurero municipal; ¡lleno de papel! Si me eliges; además, no tendrás que preocuparte por el asqueroso tufo a humedad en el bote de basura- explicó seductoramente la secadora.

-Tú en verdad que estás equivocada- contestó alterado el dispensador- yo soy biodegradable, en cambio tus gases, contribuyen al calentamiento global; en poco tiempo y, gracias a ti, de esa Ecología que tanto pregonas, no quedará nada-.

Una batalla se cernió sobre él; las palabras de aquellos seres fornicaban y reñían unas con otras formando pensamientos ininteligibles para el joven.

-¡Basta!- exclamó su inconsciente; las voces enmudecieron. Dio la espalda a los objetos, regresó al pasillo y, mientras se alejaba, siluetas húmedas colonizaban el pantalón.