lunes, marzo 24, 2008

Instantes

-Ya lo decidí, de hoy en adelante viviré de miserias, de sobras, de cada instante que me sea regalado eventual y efímeramente-, susurró Rebeca mientras su mente viajaba a los lugares más recónditos de su interior.
Nada se movía a su alrededor, estaba sólo ella, sentada justo en el centro de su pequeña cama pensando en los amores pasados y futuros, en los deseados, los obtenidos y los prohibidos.
De pronto un sonido la azotó a la realidad, tocaban la puerta de su casa, se levantó a abrir y cuando lo hizo lo vio parado entre tinieblas, la veía fijamente a los ojos y sin decirse nada uno al otro, él entró y se sentó en el sofá. -Tenía ganas de verte-, fue la primer frase que pronunció Raúl después de casi 20 minutos de silencio. –me sorprendes-, respondió Rebeca con una agradable mueca dibujada en su rostro, -no sé por qué estoy aquí, tal vez no debí hacerlo pero no he dejado de pensar cómo me siento cuando estoy contigo- logró decir Raúl con las manos sudorosas y sensaciones extrañas recorriendo su cuerpo, -gracias- dijo Rebeca con un suspiro de por medio.

Le cubrió las manos con las suyas y le besó la frente, después le obsequió miradas sobrecargadas con una dosis de ternura, compasión y al mismo tiempo se recostó en su pecho, mientras Raúl jugaba con su cabello, - me gusta tu compañía Raúl, pero también me confundes- le dijo al oído Rebeca, - sólo trato de ser yo, sin fingir, sin pretender, sólo soy yo, es así como soy- le respondió Raúl mientras comenzó a tapizar su rostro de besos… ella escuchó su propio suspiro, abrió los ojos y entonces comprendió, todo se desvaneció en un sueño.


sábado, marzo 15, 2008

Miradas

Las miradas penetran en lo más profundo del alma, el aire ahoga cada molécula de memoria que quedaba atrapada entre las marañas de una mente resquebrajada, de nuevo asecha un frívolo viento con una pequeña dosis de imágenes del pasado.

Volteo hacia otro lado y ahí está él, observándome desde lejos, discretamente con sus ojos que destellan milagros seductores, con su rostro cubierto por una máscara de infancia y su piel resplandeciente de caricias no consumadas.

Trato férreamente de arrastrarlo hacia el lado contrario hasta que la rutina se rompa y sólo queden ruinas de espontaneidad para compartir conmigo, pero existe una barrera invisible que me lo impide.

Observar sus manos me incendia el alma, sus ojos deshacen cualquier posibilidad de un no, su piel altera la ruta que suele seguir la sangre dentro de mis venas y justo cuando se rozan ambas pieles algo dentro de mi se detona.

Su sonrisa me congela, anestesia mis sentidos y aunque intento no puedo reaccionar, mis sueños son prisioneros de mis mismos deseos y una visión del instante en el que nuestros labios se fusionaron me hace dudar.

Su ausencia me quema, derriba la emotividad que aparece cuando mis ojos se abren al mundo por primera vez en el día, cuando el primer pensamiento de mi mente aún amodorrada viaja hacia él.