martes, julio 01, 2008




Acá en Madrid

Viaje cansado. Doce horas sin cerrar los ojos. Demasiado ruido, bullicios que rebotan de un lado a otro entre los pasajeros; apenas unas hojas de lectura. A través de los auriculares una voz imprudente se sobrepone a los diálogos de Comentas en el Cielo para informarnos que vamos a tocar tierra Madrileña, luego la imagen se congela. Como dijo mi vecino el gringo: tendremos que comprar el libro para saber lo que sucede. El avión después de expedir un fuerte chirrido también queda inmóvil. Esto genera un efecto contrario en la gente que sale del avión como toros en la Pamplonada.

El trecho es largo, tomamos un taxi. El chofer nos habla de los sitios pintorescos en Madrid y de futbol, de la victoria Española en la Euro 2008, le pregunto qué opina del Barcelona y él me pregunta que si qué opino de los argentinos, nos reímos y continuamos.

Llegamos al hotel y aún no es hora de registrarse. Nos disponemos a dar nuestra primera andanza. Una brisa juguetona acaricia nuestro rostro al caminar entre tanto gigante verde. Nada es barato y plano, las pendientes cuestan gotas de sudor y las maletas hacen mella en nuestra espalda; ya nos cobrarán la factura. Las odiamos, nos queremos separar de ellas; pronto el divorcio se celebra. El cuarto es pequeño y sofocante, hay calefacción pero se les olvidó el minisplit. Dormimos un rato pero parece que el tiempo no avanza. Salimos a dar otro paseo y a buscar algo que nos haga olvidar el hambre. Son las 7pm y el sol sigue ahí, son las 8pm y aún permanece petrificado en la bóveda azul, son las 10 y se niega a morir sepultado entre los árboles.

En nuestra caminata vemos precios y comercios, nada más barato que el Mc Donalds, nunca ha sido nuestro predilecto, salvo de niños, que queríamos el juguete de la Cajita Feliz. Hoy queremos jugar con otras cosas, también hoy, esa hamburguesa nos supo a gloria. Desmitifico dos leyendas españolas. Una, no es verdad que los españoles cuidan el agua, las mangueras están todo el día regando sus jardines. Dos, no he observado a alguna española con vellos en las axilas.

Yo, en el escritorio tecleo algunos correos y mensajes para mitigar la impaciencia de mis padres y conocidos que buscan saber de mí. Karla, mi amiga y compañera de habtiación, se adentra a chatear sobre la cama. Le digo que su posición es bizarra y la nombro CHAT MOOL (Chac Mool). Me entiende y se ríe. Hoy ha sido un día difícil pero divertido. Esperemos que siga así, acá en Madrid.