viernes, enero 18, 2008

A falta de tiempo, me doy a la tarea de republicar este cuento (de mi autoría) que ya antes había aparecido en el blog http://www.intermitencias-urbanas.blogspot.com/

Intenten adivinar en esta pequeña historia a qué seres me refiero (son muy conocidos).

Las criaturas

Seres amorfos habitan Hermosillo, se esconden en la oscuridad, pero también en el día salen a cazar, el día y la noche para ellos es de poca importancia, comer es su religión; lo demás es lo de menos. Si te acercas y tienes la valentía de mirar dentro de su boca, su saliva cristalina te reflejará un mundo alterno al del humano, esta baba además está enriquecida con una coloración pardusca que aunada a su olor fétido asquea hasta el estómago más resistente. Se dice que pueden predecir el futuro y el color turbio en sus gargantas vaticina un porvenir negro para los humanos, ellos existirán una vez que nosotros ya no estemos aquí, y el terror que infunden pone de cabeza a la ciudad. Son voraces, no descansan, devoran una y otra vez todo aquello que osa cruzarse en su camino, lastiman y muerden como bestias insaciables.

Roen, son brutales, no tienen compasión, las personas los maldicen cuando llegan a caer en sus profundas fauces, en otras ocasiones la palabras no logran salir, las víctimas simplemente mueren consumidas en sus vientres. Los entes moran toda la ciudad, son monstruos diabólicos que después de morir no logran reposar, se resisten a ser olvidados y con el paso de los días resucitan cada vez más grandes, con toda su fuerza vuelven a causar estragos; abren sus fauces y comen como desquiciados.

La gente denuncia sus ataques, y la autoridad hace poco para combatirlos; son demasiado violentos y peligrosos. Dicen las malas lenguas que ciertas noches, en secreto, un grupo selecto enviado por el gobierno sale a las calles y los intenta sofocar, vertiendo en sus bocas una brea espesa y oscura pretenden eliminar a las bestias, pero es inútil, sus ácidos gástricos corroen el líquido negro y de nuevo abren sus bocas para seguir degustando. La lluvia lejos de ahogarlos los alimenta y además los hace crecer, es por ello que la sociedad les ha aprendido a temer, pero sobre todo a respetar, cuando se les ve se les saca la vuelta; la realidad es que no hay mucho por hacer, son una raza superior, son invencibles, hay que coexistir con ellos hasta el fin de nuestros días. Como un cáncer se esparcen por la ciudad, se multiplican más y más, aparecen por aquí y por allá, tienen muchos nombres, pero a estas quimeras científicamente se les conoce como baches.