sábado, julio 22, 2006

Salto al Vacío

Aquella figura postrada con frialdad sobre la elevada estructura, desde abajo lucía como Pulgarcito a punto de caer de la cabeza de un gigante. La verdad es que la multitud que se abarrotaba a mirar desde el suelo, no tenía ni la menor idea de lo que él había tenido que enfrentar durante su desdichada vida. Pero ahí estaba, listo, para dar un salto al vacío y olvidar eso que lo había hecho sufrir. No volvería a sentir dolor alguno, todo aquello que lo había torturado dejaría de existir.

Los individuos más atrevidos erguían su cabeza hacia arriba y murmuraban frases como -Se va a tirar-, -¿Qué tiene en la cabeza?- y otros gritaban -¡Ahh, no, qué miedo, que se baje!-; mientras tanto los más miedosos evitaban voltear y se cubrían los ojos temblando de nervios y esperando lo peor.

Jorge por su parte los contemplaba desde arriba con una mirada melancólica con leves vestigios de felicidad, de esas miradas que buscan olvidar pero que a la vez recuerdan sus penas y sinsabores. Su vida había sido un completo desastre, desde pequeño su mamá lo golpeaba y le prohibía salir a la calle a jugar con sus amigos, por sí fuera poco su padre lo mandaba en las noches a vender droga a prostitutas, luego éstas la usaban en sus clientes o mejor dicho en sus víctimas, para posteriormente ya estupefactos robarles el dinero. El mundo en el que se desarrollaba era frío y oscuro; nunca había sido feliz. Bueno sólo aquella vez lo fue, esa noche que se escapó de su casa para colarse sin pagar al circo que arribó a la localidad; se había quedado pasmado y enamorado con el espectáculo.

El murmullo de la gente pronto se convirtió en el zumbido de un enjambre que parecía exigir un salto, que de llegar al suelo sin duda le ocasionaría la muerte. La gente empezaba a desesperarse, alguno que otro sacaba a escondidas la cámara digital para captar aquel momento lleno de tensión. Jorge los veía con ojos cristalinos, deseando dejar atrás ese mundo que lo había fustigado hasta el cansancio, de verdad quería olvidarlo, lo iba a olvidar. Desde hacía tiempo se había preparado para esto, fueron meses de ejercicio mental para controlar el miedo. Tenía que hacerlo no había más, se preparó, cerró los ojos, se persignó, tomó impulso y se lanzó al vacío.

El público enmudeció unos segundos, segundos que parecieron minutos, pero en el aire Jorge se tomó del trapecio y dio inicio con sus acrobacias a veinticinco metros de altura. La gente aplaudió y se puso de pie. Lo había logrado, Jorge se había convertido en un trapecista y por ende estaba dejando en el olvido su triste pasado. Ahora disfrutaría todo aquello que esa noche observó y que alguna vez soñó ser en su niñez; una nueva vida llena de alegría le esperaba.

miércoles, julio 12, 2006

Dejó...


El último sabor en mi boca es el de sus besos, en mi lengua permanece intacta su humedad, en mis labios sobrevive su ansiedad. Su ausencia dejó en mi piel símbolos de los inexistentes besos de mañana, menos lágrimas en cada ojo, desinterés en mi mirada, suspiros pausados, melancolía en mis venas y cansancio en mi alma. Cambió veladas nocturnas por noches en vela, la adicción a mis besos por cortos encuentros, mis caricias eternas por rayos de sol ¿y qué diablos hice? mediocremente ocultar mi dolor, silenciar mis gritos, determe para encontrar lógica en lo ilógico, respirar más para llorar menos, esconder su recuerdo bajo mi cama para no verlo... pero se adherió a mi almohada y resulta que desde aquella noche no dejo de soñar con él y de dormir por él.

domingo, julio 02, 2006

Sólo se alejó

Una lluviosa tarde me sedujo la ilusión, fui acechada por el misterio, acogida por el romanticismo de la atmósfera que nos envolvía. Contaminada por el dolor, intoxicada de él, martirizada por su recuerdo, enclaustrada en mis sueños y amante de la utopía; así me sorpendió. Sumergida en el sótano de mis pensamientos.
Y me arrastró a un mundo de posibilidades, a la reflexión de la realidad, a un efímero instante de olvido, a un ambicioso objetivo, a un corto lapso de bienestar... y de pronto se alejó, sin aquella sutileza con la que apareció, sin la dulzura con la que se presentó, sin la sonrisa con la que me vio; sólo se alejó.